8.26.2014

No sé si existe, pero si sale de su boca me lo creo.


Son las cuatro de la mañana y el café está olvidado.
Más que gemidos se oyen gritos,
pero no nos gustan.

Nos sangran las pupilas empapadas de alcohol,
nos sobrepasa la embriaguez de las venas;
nuestros ojos son dardos sin diana.

Y con cada palabra nos abrimos un nuevo surco en la piel;
nos desgarramos la garganta.
Nos deshilachamos el alma.

Y las cicatrices quedan, mi amor,
invisibles,
pero quedan.

Y los recuerdos huyen... pero se nos enredan en el pelo.
Como murciélagos.
Ojalá pudiésemos irradiar un poco de luz para espantarlos.

Pero estamos bajo cielo,
                      bajo tierra,
                    bajo mar.

¿Y qué hacemos con toda esta oscuridad?
"Aprovechémosla", me susurras entre maldiciones.
Mi respuesta se hunde en tu boca y nos ahogamos en este sinluz.

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