1.08.2014

Our demons, hidden in ourselves, are reflected on the mirror.

       Me mira fijamente con esos ojos que parecen dos pozos sin fondo; su pelo es una cascada atezada que enmarca un pálido rostro. Demacrados pómulos miran desde arriba, alzando la barbilla arrogante.
       Ella es atractiva; demasiado buena, demasiado poderosa. Separa los carnosos labios y entre una sonrisa vanidosa sale una voz que no se parece en nada a la suya.
       —¿Qué miras? —dice, y alza una ceja con aire presuntuoso—. ¿Envidia?
       La observo, sin sostener sus ojos fijamente, y siento que su mirada umbrosa me estrangula el corazón.
       —Yo... —siento que las palabras se pierden en su camino desde mi mente hasta mis cuerdas vocales, y me aclaro la garganta para guiarlas—. Me gustaría ser como tú —digo finalmente.
       Ella ríe ostentosamente, y mi corazón se asfixia un poco más.
       —¿Como yo? —finge sorpresa—, por favor, niña, ni en tus mejores sueños podrías ser la mitad de lo que soy. ¿Tú te has visto? —su tono se vuelve duro y aún más soberbio—, eres un desperdicio humano, con ese cuerpo deforme y esa cara ridícula. Eres un adefesio, un engendro, una pérdida de tiempo como persona. No te mereces nada.
       Las palabras duelen y mi corazón empieza a ralentizar. Sus ojos son como dos parásitos que traspasan mi piel y beben, lenta y dolorosamente, la poca luz que aún brilla en mí.
       Ya he oído muchas veces sus palabras, ya he sangrado hasta la saciedad y ya no soy nada más que un inestable titileo asfixiado por su mirada negra.
       Normalmente asentiría, dándole la razón, pero esta vez algo es distinto. No sé si es porque ya ha terminado de ahogar mi luz con sus palabras y mi última esperanza sale a flote o si es la vela de mi transigencia la que se ha consumido, pero el caso es que algo se desata en mí y soy capaz de devolverle la mirada y contemplar sus ojos sin que ardan los míos.
       Nos quedamos así un rato; calladas, con las pupilas de una sobre las de la otra. Y cuando ella abre la boca para lanzar un nuevo ataque, me adelanto y mi puño vuela veloz hasta chocar contra su mejilla.
       Solo hay un segundo en el que mis nudillos están en contacto con su rostro y parece que el mundo se para; por una vez ella es la que refleja miedo, y no al revés.
       El segundo pasa; sus ojos se cierran y algo en mí se abre; su rostro se resquebraja, mi mano sangra y sé que soy libre cuando el cristal golpea el suelo, hecho añicos (igual que mi demonio).





Mirror mirror on the wall,
who's the fairest of them all?
you just got destroyed.











; YOU ARE WORTHIER THAN THEM.

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