7.17.2013

La vida es un juego de dados, y él ha sacado un 7.

Kyle era lo que se conocía como un depredador. Era uno de esos chicos que salían por la noche en busca de algo o alguien que los satisficieran, ese tipo de chicos que tienen tal confianza en su propia atracción que poseen un aura característica de seducción. Así que allí, en aquella discoteca del centro de Manhattan, con el alcohol hirviéndole en la sangre y la música reventándole los sentidos, se sentía poderoso.
Estaba en su hábitat, el lugar idóneo para efectuar su faena diaria. En aquel momento lo tenía todo: los colegas de respaldo por si había algún problema, el ambiente perfecto, la pista a tope, el DJ animando como nuca y, sobre todo, tenía la garganta quemada y la locura que solo el alcohol era capaz de proporcionarle.
Sólo le faltaba su presa. 
Barría cada esquina del local con su calculadora mirada, en busca de aquello que pudiera satisfacerle. Tras un buen rato registrando el lugar, se decepcionó al no encontrar nada que valiera la pena. Estaba a punto de pasar de allí y buscar en otro local cuando la puerta se abrió. El frío del ya empezado invierno se coló por la abertura, refrescando el sudor de su nuca. Y con el frío se coló también en el local ella, su presa: morena, ojos claros, cuerpo de envidia, mirada penetrante y superior; era el tipo de chica que cualquiera consideraba inalcanzable. Pero Kyle  no era cualquiera. Una media sonrisa afloró a sus labios mientras se acercaba con paso decidido a la muchacha. Despacio, con porte elegante y movimientos sutiles, como lo haría una pantera para acercarse al pequeño ciervo sin asustarlo.
A pocos pasos de distancia, ella se percató de su presencia y supo exactamente qué era lo que él buscaba. Cambió de postura en un gesto prácticamente imperceptible, estirándose, echando los hombros y el pelo hacia atrás, haciéndose ver más inalcanzable. Era un gesto prácticamente imperceptible, pero él lo notó. A Kyle ya no se le pasaba por alto este cambio que era tan común en sus presas. Era como si intentaran atacar cuando estaban predestinadas a defender. "Pequeña inocente", sonrió Kyle para sus adentros.
Todo esto era como un juego en el que él era un veterano, ganador ya de un considerable número de partidas, y, como un astuto jugador que reconoce un farol cuando lo tiene delante, supo enseguida de qué tipo de chica se trataba. 
Así que apostó por las cartas más altas, con la sonrisa de una victoria asegurada.


1 comentario:

  1. Hola, soy Loving. He leído la mención y me he pasado por aquí. Sólo he leído este texto, quizás debería leer más.
    Por otro lado mi opinión no es única e indivisible. Es evidente que las críticas son siempre subjetivas -entendemos que una crítica es tanto lo positivo como lo negativo-. Mejor establezco mi visión por puntos:

    1-Está escrito con esmero. Hay alguna falta de edición que es claramente accidental. Las comas están en su sitio y las frases están bien trenzadas.

    2-Es evidente que aquí no estás contando una historia, sino tomando una fotografía o una escena. No considero eso como algo negativo, ni mucho menos.

    3-La temática está vista. Está claro que hay muchas cosas ya vistas que resultan especiales por alguna razón extraña (en su mayoría el secreto reside en un simple toque diferencial), pero al tratarse de una "fotografía", no puedo ir más allá en este punto, puesto que no pretendes contarnos nada más que una escena de algo que está ocurriendo.

    4-Probablemente esto que viene ahora sea lo malo: el uso del cliché está extendido en esta historia. Cuando usamos expresiones como por ejemplo "nariz aguileña", por decir algo que no está en el cuento, nos estamos refiriendo no a lo que nosotros pensamos, sino a la imagen de otro autor que agarró la expresión de otro autor y así sucesivamente. Suelen ser expresiones y metáforas que, si bien se pueden comunicar sin problemas a una masa de lectores con las mismas imágenes en la cabeza, denotan una falta de honestidad o esfuerzo en el autor que las realiza. Podríamos definirlos como una Enfermedad de Transmisión Sexual Literaria. Nadie está a salvo de ellas.
    ¿Qué clichés veo en tu fotografía escrita? El hecho de que es un "depredador" y el hecho de que hay "una presa". Estos serían los pequeños, puesto que en sí mismos no podrían ser clichés, aunque denotan un punto de ello. Luego viene el grande: la metáfora o comparación con un juego que aparece en el final. Esa metáfora ha sido usada miles de veces en millones de lugares y situaciones distintas. Esa metáfora ya la has oído un montón de veces. Estoy seguro que para expresar lo mismo que pretendes expresar, puedes ser perfectamente capaz de encontrar una comparación más tuya, una comparación pensada y basada en tu imaginación que te otorgue ese toque distintivo. Escribir bien no significa escribir bien. Te parecerá una contradicción, pero dale vueltas. No te pediré que seas tú misma -eso sería un cliché dentro de un cliché, y nos pondría en un aprieto paradójico-, pero lo interesante sería que posaras en la fotografía tu mente libre, sin censura o autocrítica de ningún tipo. Es mejor que al principio no te entiendan: de momento lo importante es que lo entiendas tú. Lo verdaderamente difícil será cuando aspires a explicarte a ti misma.

    Un saludo.

    ResponderEliminar

Carpe Diem.